26.1.06

Una de jueces


Sé que hay tal vez haya temas más de actualidad, pero es que algunas cosas me ponen de los nervios. No hay semana en la que no nos encontremos en las noticias con hechos surrealistas protagonizados por gente que, legalmente es casi todopoderosa: los jueces.
Todo el mundo podría citar alguna sentencia que le haya llamado la atención, como cuando uno de ellos multó a un albañil por caerse de un andamio sin medidas de seguridad, la famosa sentencia que incluía como atenuante de una violación el hecho de que la víctima llevara pantalones vaqueros, o aquella otra en la que treinta y tantas puñaladas no significaban que hubiera habido ensañamiento.
Uno de mis profesores de derecho, muy crítico con los jueces, solía decir que jamás había que fiarse de éstos, que eran los mismos que mandaban a la gente a las hogueras de la Inquisición o que ordenaban cortar cabezas y quebrar miembros con alegre abandono. Yo creo que los tiempos han cambiado, pero es verdad que me da mucha grima que mi intimidad y mi libertad dependan de personas que tardan dos años en leerse diez folios.
En España tenemos unos jueces que apenas tardan dos días en paralizar la devolución de los papeles de Salamanca pero que, sin embargo, se retrasan tanto con el caso del 11-M que los terroristas están a punto de salir a la calle. Jueces que almuerzan con narcotraficantes, jueces que interponen cuestiones de inconstitucionalidad para no casar a parejas del mismo sexo, jueces que multan a peatones atropellados o jueces que sientan a vícitmas de pederastas enfrente de sus agresores.
Obviamente, no debo generalizar. También hay jueces que realmente se esfuerzan en aplicar la ley mediante el sentido común y no a base de mazazos del Aranzadi para quitarse de en medio un caso, o servir mejor a sus particulares concepciones del mundo. Pero a casi todo el mundo se le encoge el estómago al acudir a un juzgado. La gente no se fía del sistema judicial y tiene sus motivos.
Hay un delito que su juzga muy poco; se llama prevaricación. Según la Real Academia, la prevaricación es un delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario. Como no soy juez, ni jurista, no me corresponde a mí decidir si una resolución es injusta o no, pero sí que deseo que llegue el día en que más de un juez se preocupe por ello. En democracia, la ley ha de ser la expresión de la voluntad popular y no la del magistrado de turno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha parecido muy atractivo tu bog, y este post de mucha calidad por lo expresado, ya que uno de los graves problemas que tenemos en Venezuela, mi país, es que no hay justicia y los magistrados no tienen que ver con los principios fundamentales del derecho, como son la autonomia, imparcialidad e independencia. Tu blog lo he referido en el mío. Te invito a visitarlo. Muchos éxitos, un abrazo, Martha Colmenares