26.8.06

De provincias


Cada poco, Rosa hace una serie de entradas preciosas acerca de su pueblo, Hinojosa de San Vicente. Da la casualidad de que está muy cerca del mío, Talavera de la Reina, y más de una vez nos hemos puesto a intercambiar recuerdos propios y ajenos, anécdotas y echar de menos el sabor, el olor y la apariencia de las cosas cuando se ven desde fuera de Madrid.
Antes de nada, quiero dejaros claro que Talavera es la segunda ciudad en población de Castilla-La Mancha, por delante de Toledo, la capital de la Comunidad. Lo que pasa es que, para los madrileños, todo lo que no sea decir "mi pueblo" significa Madrid, Barcelona u otra capital de provincia. No, chicos y chicas, os lo reconozco: yo soy de provincias. Me encantaría explicaros en un post cómo es mi ciudad, de la que salí hace 10 años, pero a la que necesito volver de vez en cuando y de la que nunca me olvido.
Talavera está a la orilla del río Tajo, donde se empezaron a hacer potes de barro en el Neolítico y ahora son complicadas cerámicas, es la Ébora romana, ciudad goda después, imponente alcázar moro, punto fronterizo en la reconquista; y pocas bromas con mis paisanos de entonces: solían cortar en cachitos a la gente, de lo que dan fe sitios como la Torre de la Cabeza del Moro o la Puerta de Cuartos (donde colgaban los cachitos). Cuidad que fue dote de la reina María de Portugal (por eso es de la Reina).Es el sitio donde los Templarios tenían uno de sus cuarteles, donde Wellington apalizó a las tropas de los hermanos Bonaparte (Napoleón y Pepe), Donde la gente salió gritando "¡Vivan las cadenas!" a la vuelta del infame Fernando VII. Es la villa donde el dictador Primo de Rivera inauguró el "Puente de Hierro", que todavía sigue en pie, como nuevo. Donde Indalecio Prieto, ministro de Fomento de la II República, inauguró una central eléctrica movida por las aguas del Tajo.
Donde, en la Guerra Civil, los republicanos aguantaron a sangre y fuego, casi sin armas, el avance de las tropas alemanas, italianas y "nacionales" desde Extremadura y Andalucía en su camino a Madrid. Donde las tropas de Franco fusilaron a tanta gente que la sangre bajaba hasta el Tajo cubriendo hasta el tobillo los adoquines de la Calle Carnicerías -sí, se llama así-. Hubo una cárcel de donde sacaban a los "paseillos" a la gente y luego "eran dados muerte por intento de fuga".
Vengo de un sitio que ha vivido la historia que la gente "de capital" (y esto va por todas las capitales de CCAA) cree que es únicamente suya. Un sitio que pretende ser gran ciudad, pero donde no se ve un alma los domingos por la tarde. Donde la gente cree que comprar en el Corte Inglés (en Madrid) es signo de distinción y, sin embargo, tiene tiendas preciosas, bares que son como una segunda casa y sitios para pasear y despejar la cabeza. Vengo de un sitio que, como la propia España, tiene un increíble potencial pero se pasa el día acomplejado, mirándose al ombligo o quejándose del vecino.
Hace poco me preguntaron si me sentía madrileño y contesté que no. Mis interlocutoras, madrileñas ellas, se indignaron. Pero es verdad. Es verdad que hace diez años, más de un tercio de mi vida, vine a Madrid para ampliar horizontes. Emigro periódicamente a Cantabria y el País Vasco, me descuelgo por Cataluña, Galicia, Asturias o Andalucía, me he pateado Berlín, Londres o Bruselas y, sin embargo, lo que soy yo se formó dando vueltas por una ciudad que me permitía pensar, soñar despierto y me invitaba a escaparme de ella. Tal vez si hubiera sido "de capital" nunca hubiera echado a volar. Y nunca hubiera amado otros sitios.
No soy un talaverano de pro, de los que hinchan el pecho al decir el nombre de su ciudad. Si paso allí más de tres días, me asfixio. Pero es de donde soy, a donde vuelvo siempre (para no quedarme) y donde hay mucha gente que me quiere. Una vez oí que hay gente a la que puedes sacar del pueblo, pero no puedes sacar al pueblo de ellas. A mi, mi ciudad me invitó a abandonarla, pero no puedo renegar de ella. Y hay veces en las que tengo que recordarla en voz alta. Pues ahí queda.

17.8.06

Meme gustan estos blogs


¡Hola, mamá! No te lo vas a creer pero me lee José Antonio Donaire y dice que soy "radioactivo" y "protuberante". Me ha pedido que haga un "meme", que es una especie de cadena como las de las cartas, pero sin mandar un duro a nadie. Así que tengo que decir qué tres blogs me gustan más y pasar la bola a otras cinco personas.
Bueno, como él ya ha dicho algunos de los que me gustan a mí, pues puedo escoger otros sin quedar mal del todo:

1. Damn it, Jim! Vale, es verdad que es amigo, verdad que le conozco en persona y jugamos juntos al "Monsters Menace America!!", ¡pero es que me parto de risa con su blog! Dedica el 50% de su cerebro a ser ingenioso y el otro 50% a insultarme cordialmente. Hay que leerlo, sobre todo su post acerca de la invasión de los alimentos comunistas.
2. Guerra y Paz. De lo gracioso pasamos a lo serio. Aunque no lo parezca al leerme, me apasionan las relaciones internacionales. Moeh las conoce muy bien y se emplea a fondo haciendo un blog serio y riguroso. Uno se entera mejor de las cosas al leerle.
3. Because the other day... Cuando uno hace blogs políticos o que hablen de política, es fácil caer en poses y en lugares comunes al hablar de ciertas cosas. Egócrata se curra un blog donde expone pros y contras. Al leerlo uno emplea las neuronas y no las hormonas. Muy recomendable.

Obviamente me gustan muchos más, Mamá, pero ya sabes que la cabeza no me da para mucho. Te digo los otros cinco a los que les endoso el meme este:

Y eso es todo, Mamá. Un beso muy fuerte del panuflo de tu hijo, que te quiere mucho.

Carlos.

15.8.06

La abstracción del horror


Llevamos un mes de guerra en el Líbano y en la franja de Gaza. Durante todo este tiempo he estado leyendo varios blogs más o menos significativos que hablaran acerca de la guerra para ver qué opinaba la gente al respecto, que alternativas surgían, los orígenes del conflicto y esas cosas.
Y me he llevado un chasco.
La mayor parte de los blogs se dedican a tomar partido, como si la guerra fuera fútbol. La gente se dedica a enumerar toda la cantidad de razones por las cuales creen que los israelíes o los tipos de Hamas y Hezbollah son unos cabrones. Ese tipo de discusiones podría entenderlas si no diera la casualidad de que llevamos más de 30 días en los que uno y otro bando acumulan muertos. Casi nadie, ni en los los blogs ni en sus comentarios, ha intentado buscar medios para la paz o para evitar escaladas del conflicto. Todo desembocaba irremediablemente en listados de agravios, armamentos y enumeración de muertos para después distinguir entre "propios" y "ajenos".
Muy poca gente ha reflexionado estos días acerca de que las guerras son horribles. Y es que lo son, por muy tópico que suene. Las guerras no son una parte de la política internacional, son el fracaso de todo ello. Las guerras no son luchas de honor o de religión; son sudor, sangre, mierda, barro, polvo, tripas, fuego. Olor a pies, a cadáver, a excrementos, a cordita, a basura, a quemado, a tubo de escape.
Cuando las combates pasas largos periodos de tedio y tensión, esperando a que llegue el momento en el que te empiecen a llover tiros sin saber de dónde, a arrastrarte por el suelo para ponerte a cubierto, a pasar miedo en todo ese caos, esperando que todos los pedazos de metal que vuelan a tu alrededor no te maten o mutilen. Mientras, tú haces volar más metal para ver si mata o mutila a alguien. No sabes bien a dónde vas o por qué tienes que estar donde estás. Te tienes que limitar a tener fe en que tus mandos sepan lo que hacen. Como si pensaran en tí en algún momento.
Cuando eres civil, pasas los días viendo cómo toda la vida que has intentado llevar se va a la mierda. Tu casa, tu trabajo, tus cosas, tu familia y amigos, tu dinero, tu teléfono. No tienes agua, no tienes comida, no tienes coche, no tienes nada. Te refugias donde puedes cuando empiezan los ataques e intentas seguir vivo para ver cómo tu mundo, como ese órden que has intentado poner en tu vida, desaparece. Alguien ha esgrimido una especie de enorme goma de borrar y ha borrado tu entorno. No tienes ni idea de cómo te las arreglarás al día siguiente. Si es que hay día siguiente...
Ha pasado más de un mes para que se declare algo parecido a una tregua. En ese mes han muerto casi 1200 personas. Cuando las cosas se ven desde fuera, uno cree que jamás será una de esas 1200 muertes. Pero es que en las guerras lo eres. Da igual lo convencido o lo heróico que te sientas, da igual que te declares neutral o que no quieras combatir. Si te toca, te toca. Y te puede tocar en cualquier momento porque en las guerras la supervivencia también es una cuestión de azar. ¿Qué en todas las guerras hay muertos? Sí, claro. Pero eso no hace que esas muertes valgan menos. Piensa en los seres queridos a los que has perdido llevando una vida normal y multiplícalos por 1200. Piensa en una sola muerte: la tuya y verás como no te lo tomas tan "estadísticamente".
La diferencia entre un ser humano vivo y otro muerto es tán enorme, tan irreversible que nos tiene que hacer tomarnos muy en serio si merece la pena permitir que la gente se mate de esa manera, por vete tú a saber qué. El hecho de declarar una guerra es tan grave y tan terrible que no es ético, ni moral, ni aceptable el limitarse a verla desde fuera para escoger cual de ellos te cae mejor y luego, dejar que se maten. A ver si ganan "los míos", como si esto fuera una quiniela.
Muy pocas guerras han sido por motivos que no se pudieran solucionar negociando en una mesa. Teniendo en cuenta lo que implican y lo que nos puede ir a todos en ellas, ¿no es mejor que entre todos los demás separemos a los que se pelean? Cuando se discuta, cuando llegue el tiempo de la diplomacia, ya decidiremos quién nos cae mejor o peor.
Tenemos esto ¿no deberíamos exigir que esas ideas sobre el papel se convirtieran en una realidad? Es mucho mejor que elegir entre gente que se mata.

10.8.06

¿El fin del terrorismo? Sí en mi nombre


Cuando era pequeño mi madre nos llevó a mi hermana y a mí a Madrid, a ver a mis tíos. Como nos sobraba tiempo para coger el tren de vuelta, fuimos a visitar el Museo Antropológico, cerca de la estación de Atocha. Justo cuando salimos a la Avenida Ciudad de Barcelona oímos algo parecido a una traca de petardos. Al otro lado del paso de cebra unos tipos en una moto habían ametrallado un coche; dentro, el chófer y el pasajero estaban grapados a los asientos a balazos y estaban llenos de agujeros negros y sanguinolentos. De las puertas del coche goteaba sangre. Mi madre nos quiso tapar los ojos (tarde ya) y nos volvimos a la puerta del museo, pero ya había visto en directo eso que se llama terrorismo.

Volví a Madrid muchos años después, ya para estudiar y quedarme. Iba a visitar a mis tíos y las ventanas del autobús reventaron poco después de pasar el Puente de Vallecas. ETA había volado una furgoneta para matar a gente cuyo delito era cocinar para el Ejército del Aire. En 2000 me llamó al piso un antiguo compañero del colegio: José Ángel de Jesús, también compañero de colegio que trabajaba de guardia civil, fue asesinado junto a su compañera Irene Fernández. Bomba lapa. Algunos de mis profesores en la Universidad y mi decano viven amenazados por criticar abiertamente a los terroristas, a sus secuaces, a sus métodos fascistas y al entorno de cobardes, chivatos y brutos que les rodea.
Mis familiares y amigos vascos sufren los prejuicios idiotas de gente que confunde a los batasunos y demás con el resto de los vascos; consecuencias derivadas de las actividades mafiosas de un grupo de chulitos con pistolas y bombas que quieren hacer creer a los imbéciles que son el Che Guevara.
Todas las veces que el terrorismo de ETA se ha cruzado en mi vida se ha mostrado brutal, imbécil y sin sentido. Nunca ha conducido a nada y crea una espiral de miedo, odio y prejucios que sólo beneficia a mafiosos, abusones y carroñeros. Me he preguntado miles de veces cuándo acabará de una vez y cómo cambiará mi mundo y el de mis seres queridos cuando esta gente renuncie a su criminal estupidez. Cuando acabará algo tan psicóticamente surrealista como el que haya (muy poca) gente en mi amada Euskadi que esté satisfecha si a alguien le pegaran dos tiros sólo por tener un carnet con las siglas "incorrectas".
En algún momento, la espiral autodestructiva y criminal de los etarras tiene que llegar a su final. Y ellos son más conscientes que nadie de ello. Los diferentes gobiernos de la democracia han contribuido todos a acelerar ese momento. Si los etarras son débiles es por la sucesiva acumulación de las medidas tomadas por UCD, PSOE y PP. Por el rechazo mostrado por todos los partidos democráticos, sean éstos nacionalistas o no.
Parece que ahora los etarras, cada vez más acorralados, buscan una salida. Y este gobierno, siguiendo la estela de todos los demás, hablará con ellos para ver si es posible acordar cómo dejan las armas y se disuelven o si, por el contrario (y cómo ha sucedido antes), persistirán en su chulería asesina. Pero hay que hablar con ellos para saberlo.
Hay quien dice que "negociar es rendirse", yo más bien diría que "a enemigo que huye, puente de plata".
El Gobierno de España, desde que nos dimos una Constitución y unas leyes democráticas, actuará sujeto a la ley, no va a regalar nada, no hará chanchullos y tendrá que asumir la responsabilidad de sus actos que, legalmente, los hace en nombre de todos nosotros. Y yo, en estos temas, confío en el Gobierno independientemente de su color. Confié en Aznar cuando él decidió negociar y ahora confío en Zapatero. Ya es hora de que la Transición llegue al País Vasco.
¿Acabar con ETA? Sí en mi nombre.
¿Más libertad para los vascos? Sí en mi nombre.
¿Fin a tantas muertes absurdas? Sí en mi nombre.
¿Hablar para ello? Sí en mi nombre.