24.7.06

El Espía y la Guerra

Llevo varios días queriendo escribir algo sobre el aniversario de la Guerra Civil y la crisis actual de Oriente Medio, pero se me adelantó mi amigo David Mathieson y publicó este artículo en Expansión el pasado 18 de julio. Ha dicho lo mismo que quería decir yo, pero mejor. Lo publico con su permiso, ahí va:

El espía y La Guerra
David Mathieson, FRIDE


A las 07:15 de una brillante mañana hace justo 70 años, un pequeño aeroplano llamado Dragon Rapide despegó del aeropuerto de Croydon, al sur de Londres. Volar por negocios o por placer era todavía impensable; hacía menos de 10 de años desde que Lindbergh aterrizara en el mismo Croydon tras cruzar volando el atlántico por primera vez. El piloto de ese día de julio, el Capitán Cecil Bebb, llevaba consigo un navegante, un amigo (el Mayor Hugh Pollard) y a dos jóvenes rubias.

De acuerdo con la bitácora, el destino eran las Islas Canarias. Para el mundo exterior el vuelo de Bebb no era más que una excursión de gente rica, pijos desando diversión inocente (o no tan inocente). En realidad, el verdadero motivo del vuelo era recoger al General Franco en Canarias y llevarle a Tetuán, donde llegaría el 19 de julio de 1936 para unirse a la “sublevación”. Después se ha sabido que el amigo de Bebb, el Mayor Pollard era, en realidad, un experimentado agente de los servicios secretos británicos, el MI6. Pollard organizó el vuelo tras un almuerzo en el restaurante Simpsons del Strand con Luis Bolín, por entonces corresponsal de ABC en Londres y, después, jefe de prensa de Franco.

Esa excursión fue un ejemplo de cómo enredar en la política de otros países puede tener consecuencias imprevistas y catastróficas. El vuelo era un transporte informal para lo que luego sería la Guerra Civil Española, trayendo consigo la muerte a un millón de personas y una dictadura de cuarenta años. Nada de diversión inocente. Como ejemplo de consecuencias imprevistas pudiera ser parecido a ese plan del Estado Mayor alemán en 1917, cuando proporcionaron a un comunista poco conocido llamado Lenin un tren blindado para trasladarle desde su exilio en Suiza a la costa del Báltico. Los alemanes esperaban que Lenin alborotara contra el gobierno socialdemócrata de Kerenski y así debilitara a Rusia, sacándola de la Primera Guerra Mundial. A corto plazo el plan fue un éxito rotundo: en un año Lenin se hizo con el Gobierno y Trotsky firmó un tratado de paz. A largo plazo el resultado fue, por supuesto, una dictadura brutal que siguió amenazando a Alemania durante el resto del siglo XX.
Más recientemente, el Gobierno Francés cometió el mismo error con su ayuda al líder iraní exiliado, el ayatolá Jomeini, cuando vivía en París en los años 70.

El grado de información que el Gobierno Británico pudiera tener acerca de sus servicios secretos ayudando a Franco es cuestionable. Oficialmente, los británicos sólo estaban interesados en permanecer al margen del conflicto español. El Primer Ministro de entonces, Stanley Baldwin, era un vago notorio y mientras la Guerra Civil escalaba en 1936, él sólo parecía preocuparse por dos cosas: El escandaloso comportamiento del Rey al tener un “lío” con una divorciada estadounidense y, en segundo lugar, disfrutar de sus largas vacaciones veraniegas. Cuando el Ministro de Exteriores Eden trató de informar a Baldwin acerca de la situación en España, notó que el Primer Ministro “escuchó un rato y luego empezó a divagar”. Eden estaba asombrado y recordó que “era otro ejemplo de la reluctancia de Baldwin a enfrentarse a realidades desagradables”.

Hay un inconfundible paralelismo entre el papel de los británicos en España hace 70 años y el papel de Occidente en Oriente Medio hoy en día. En ambos casos la mezcla de interferencia e indiferencia ha sido un desastre. Habiendo ignorado durante años la necesidad de promover los derechos humanos o de fomentar la democracia, una coalición liderada por los EEUU ha intentado un cambio de régimen mediante un golpe militar externo. Ello ha dejado al país y a la región en peor estado si cabe. Un ejercito israelí rampante crea ahora más inestabilidad porque el derecho de los israelíes a defenderse sólo es simétrico con el derecho de los palestinos a defenderse. Hamas y Hezbollah son intragables pero el bombardeo de civiles es indefendible. La vergonzante respuesta de ambos lados del Atlántico es no hacer absolutamente nada, como Baldwin.

Tampoco es decir que la intervención externa nunca esté justificada. Casi siempre, sí. Pero la intervención sólo puede ser efectiva sobre la base de una aproximación abierta, equitativa y multilateral basada en el imperio de la ley. Hace setenta años una mezcla de intromisión e indiferencia británicas condujo a una catástrofe humanitaria aquí, en España. Ese mismo enfoque de las relaciones internacionales está teniendo el mismo efecto en Oriente Medio hoy.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Un artículo clarificador. Tan bien conectado que aclara, a través del pasado, muchos errores del presente. Da una lección de la manera más sencilla y natural.

Anónimo dijo...

Ya lo ha dicho Rosa.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Pedazo de artículo, lo que sería genial es que Mahieson se abriera un blog :)

Borja dijo...

Esta claro que la frase:"lassier fair,laisser paser" que no sé que economista francés dijo durante la ilustración,ha tenido su éxito entre los políticos;desde entonces hasta nuestros tiempos y al parecer la tónica en cuanto a política exterior seguirá llevando esos derroteros,sin embargo,a mi personalmente...y perdón por la expresión...¡¡¡me parece una mierda!!!

Por cierto,el artículo es un claro ejemplo de que los errores cometidos a lo largo de la historia siempre se repiten,y me temo que seguirán repitiendose mientras sigan existiendo subnormales profundos(con perdón por los subnormales profundos)como bush o blair,entre otros,como máximos dirigentes de Estado.