12.1.06

Normalización Lingüística

Hace tiempo trabajé como inspector de facturación para una compañía de telecomunicaciones. Era un trabajo que me encantaba, porque me dedicaba a desfacer los entuertos de mucho comercial sin escrúpulos y luego, llamaba a los clientes, para informarles de cómo se había resuelto la situación. Una vez me tocó llamar a una población rural de Cataluña y la señora (ya muy mayor) que me cogió el teléfono decía:

-Digui?

-Hola, buenas tardes, llamo de la empresa Tal, ¿la señora X,por favor?
-Digui? No escolto res!
-Ehhh... Sí, perdón, ¿la señora X? Llamo de la empresa Tal
-Parli més alt! Que no m'assabento de res!

Yo, cada vez más apurado, pensaba que la señora sólo estaba dispuesta a hablar conmigo en catalán y yo, que por entonces estaba menos acostumbrado a escucharlo, decía con un hilo de voz:

-Perdone, señora X, es que no entiendo el catalán ¿podemos hablar castellano, por favor?
-Digui? Digui?
-¡¡¡Que si podemos hablar en castellano!!!
-¡Aaaah! Habla como quieras, hijo pero ¡¡grítame que soy muy sorda!!

No sé si eso tiene algún tipo de moraleja. En cualquier caso yo siempre sonrío al acordarme. Y la verdad es que estos días me acuerdo muchas veces.

11 comentarios:

Moeh Atitar de la Fuente dijo...

A lo mejor lo que tenemos que hacer es gritar más para que nos oigan. Muy buena anécdota.
Creo que deberíamos tratar todo con más normalidad. Tanto si hablas en catalán como si hablas en castellano se entiende. Todo es cuestión de educación.

Anónimo dijo...

Bueno, gritar sólo si lo pide la señora como en este caso.

Anónimo dijo...

JA, JA, JA, JA, JA!!!! Me ha encantado. Además he de decir que esto contado de palabra por tí y tal y como imitas a la buena señora es muchísimo más gracioso. ¡Enhorabuena por esta entrada!

Anónimo dijo...

Mientras sea el volumen lo que impide la comunicación no problem... Debe respetarse la cultura y lengua propia de cada región, al igual que debe respetarse al madrileño o manchego que visita Cataluña o el País Vasco y desea comunicarse en castellano porque no tiene otra alternativa, sin intención de molestar a nadie, no? Respeto, esa es la cuestión

Carlos dijo...

Anonimo: Los idiomas están para entenderse y la voluntad de entenderse depende de las personas. En cualquier caso, yo jamás he tenido problemas de ese estilo. Lo de la gente que no cambia el idioma es, en realidad, algo tan aislado que no entiendo por qué la gente lo ha elevado a categoría de leyenda urbana.

Anónimo dijo...

Puede que tengas razón, pero la única vez que fui a Cataluña, al ir a coger un taxi, el taxista me hablaba en catalán, le dije que no le entendía, que si por favor me podía hablar en castellano. así varias veces. como no le entendía, me fui a bajar del taxi, y de repente me dijo: "bueno, a ver, en castellano....¿a dónde te tengo que llevar?" Tengo familia catalana y sé que ni muchísimo menos esto es algo normal, pero en más de una ocasión he oído algo así...de todas formas coincido contigo: la voluntad de entenderse depende de las personas.

Carlos dijo...

Vaya, pues lamento que te encontraras en una situación así. La verdad es que algunos taxistas aquí, allí y en Bielorrusia no nos han proporcionado los mejores momentos de nuestras existencias. En cualquier caso, te responderé con otra de mis citas absurdas:
Todas las generalizaciones son peligrosas... ¡Incluída esta!

Moeh Atitar de la Fuente dijo...

Solo he ido una vez a Cataluña. Prefería que me hablaran en catalán. Yo respondía en castellano, y la conversación terminaba siendo en castellano, pero no me hubiera importado que cada uno hubiera seguido con dos idiomas tan parecidos. Creo que todo es cuestión de educación y respeto.

Donaire dijo...

Divertida anécdota. Me parece una bellísima metáfora de la situación que vivimos. Basta con hablar más alto, o sea es suficiente la voluntad de entrar en contacto.

Carlos dijo...

Creeme, Don-Aire que agradezco de verdad tu comentario. Esa es la moraleja que yo también sacaría de esta anécdota.

Anónimo dijo...

Buenísima la anécdota, Carlos. Eso corrobora lo que todos ya sabemos: no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar.