Hoy es, de nuevo, el Día de la Mujer. Otra vez puedo elegir entre escribir acerca de grandes conceptos, grandes temas, cifras, estadísticas y frases rimbombantes o... escribir acerca de lo que vivo en primera persona.
Hoy no celebramos una superioridad. Hoy celebramos una convivencia. Hoy, los hombres, tenemos que recordar unas normas básicas de convivencia, de educación, de pura lógica.
En todos los momentos de mi vida siempre ha habido mujeres importantes. No sólo mi madre, mi hermana o el resto de mis familiares. Mujeres son y han sido mis amigas, enemigas, compañeras, competidoras, amantes, rivales, jefas, personas a mi cargo, profesoras, alumnas, personas de las que dependo y personas a las que ignoro.
Debo muchas cosas a mujeres que han trabajado codo con codo conmigo, que me han tendido su mano cuando me he llevado algún golpe, que se han sentado a explicarme pacientemente algo que no entiendo. La mayor parte de las mujeres con las que convivo trabajan, aspiran a superarse, me exigen en la medida que se exigen a sí mismas. La mayor parte de las mujeres con las que convivo aspiran a lo mismo que yo y, como yo, desean ser juzgadas en función de sus actos y no por la pinta que tienen.
Mujeres a las que no se tiene en cuenta por ser feas, mujeres a las que se acosa y babosea por ser guapas. Mujeres que trabajan, que hacen sacrificios, que son responsables, que son valientes, que se ven obligadas a más sacrificios que los hombres, a trabajar más y a recibir menos.
No puedo pensar en un motivo válido que me permita hacer de menos a una mujer en niguna de las cosas que hacen funcionar la vida, que no me permitan pensar en ellas como iguales, que coño, como personas y no como electrodomésticos, objetos decorativos o seres infantilizados.
Hoy hay que recordar normas de convivencia, chicos: respeto, ponerse en el lugar del otro, escuchar y no escaquearse de lo que a cada uno le toca.
Y a vosotras una rosa hoy. Es vuestro día.
1 comentario:
Es un placer convivir contigo.
Publicar un comentario